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miércoles, 8 de septiembre de 2010

RECUERDOS Y BORRONES...





“Conectate con el recuerdo”, te dicen algunos. “Él está en algún lado, mirándote”, dicen otros. Todos predican, pero nadie siente. Todos analizan y tratan de contener para que uno no piense. Para que yo no piense. Y yo, justamente, trato de no pensar. Trato de no sentir. Frizo todo lo que tengo adentro. Trato de equilibrar la cabeza. Trato de equilibrar mi andar. Doy vueltas por la casa, y no veo más que ausencia. Pienso en que la silla está vacía. Y trato de sentarme allí para leer y ver las cosas desde la perspectiva que él tenía de ellas. Trato de mirar con sus ojos y miro hacia la ventana y veo pasar la gente. Veo lo que él miraba en sus últimos días: la gente caminando. Él ya no podía caminar, y se dolía de todo su cuerpo para movilizarse. Preso de su cuerpo, pero más preso de su alma que se iba desprendiendo, se dio cuenta antes que nadie que ya no había lugar para él. Desde que se había jubilado no encontraba su móvil. Pensó que lo mejor que podía pasarle a alguien que había trabajado toda su vida era poder pasar tiempo en su casa para descansar. Sin embargo, siempre decía que si se jubilaba iba a seguir trabajando porque no soportaría estar metido adentro. Consejo de vida: no te encierres en una casa. (Te tomo la palabra: nunca voy a estar metida en una casa como la mina hongo). Nunca voy a ser una de esas que vos criticás, las minas que necesitan de un tipo. Sin embargo, ahora, que pasó un año, detesto decir que te defraudé tanto. No soy lo que esperaste siempre. No pude ser la mina que soportaba y que sostenía como me enseñaste. No me puedo sostener ni yo misma, y me aferro a cosas sin sentido como para sentir que existo. Trato de conseguir un equilibrio en mis piernas para poder aferrarme más a la tierra que al cielo, y me doy cuenta de que por más tango y pivoteo, por más que haya zuecos que pisen fuerte, y por más que haya rollers para andar nada me asegura que las cosas sean persistentes en la Tierra. Un día estás, y al instante, las cosas se borran, se deslucen y ya nadie es lo que era y lo que parecía ser. Entonces pienso en la palabra: nostalgia. El nostoi es el relato de aventuras de los héroes épicos que buscan su regreso a su patria, a su lugar, a donde pertenecen. Como buque errante, me quedo dando vueltas, como me dice mi colaborador ‘no gay’ presa de un discurso y de un sinfín de situaciones que consciente (o inconscientemente) he provocado. Cuando mi papá murió, desestabilizó toda una estructura familiar. Todos perdimos el eje, la brújula que nos marcaba nuestro norte, dónde ir y dónde enfocarnos. Yo perdí el enfoque de ese lugar donde debo regresar. Yo sé qué tengo que hacer. Pero no tengo fuerzas para hacerlo. Entonces escribo para llenar el tiempo. no se escribe para el otro, sé que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura. Entonces me duele y hago duelo. Hago duelo de pensamiento, y de sentimiento. Pido un abrazo que no llega, pido un beso que no aparece y yo sé que mi papá me decía que no llorara nunca, que las personas fuertes no lloran. Y yo soy un mar de lágrimas que me voy a ahogar como me pasó anoche en una casa. Y ahí, fumando en un balcón me di cuenta de que nada ni nadie podía calmar ( y callar el duelo que era inminente). Hago lo que puedo para levantarme y nada es suficiente, nada de lo que hago sirve para nada ni nada de lo que hago me permite salir del discurso. Trato de no pensar con racionalidad, de dejarme llevar. Craso error. Dentro de los valores que mi cabecita y mi corazón tienen no entra que por un poco de afecto yo me deje golpear una y otra vez con paredes. Es como cuando las piernas no me dan y tropiezo. ¿Me caigo de torpe, o me caigo para que alguien me levante? Las palabras se me anudan y me pienso que soportaría de vuelta el desamor de J.M. a pesar del costo, porque no me banco más estar tan triste y tan sola. Y para peor…lo llamo.

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