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domingo, 21 de marzo de 2010

BATRACIOSSSSSS ABSTENERSE QUE SE VIENE EL CUENTITO DEL PRÍNCIPE SAAAAAPOOOOOOO!!!!!!!!!


Había una vez una jovencita que de mucho leer y poco dormir, se había habituado a creer que lo que ocurría en los cuentos era realidad. Por ser tan buena y tan obediente a todas las personas que la rodeaban, a pesar de llamarse KATHERINA le pusieron como sobrenombre DULCINEA por ser tan simpática y dulce y quedar bien en todas los ágapes. De modo que para que este relato no caiga en los problemas de verosimilitud correspondiente, habremos de llamarla Dulcinea, sin mucho más pruritos.
Era cuestión de un momento en particular, que los cristianos llaman epifanía, los griegos encrucijada, pero las personas comunes llamamos simplemente “esos días de mierda” cuando Dulcinea, hastiada de las costumbres familiares y de las duras palabras que decían “Te vas a quedar sola Dulcinea, sino modificás ese mal carácter”, “Mirá que los libros no te van a llevar el té” y otras frases de contenido similar, cuando un poco cansada, pero en realidad más bien necesitada de tomar oxígeno se fue al bosque. Rarezas de la vida, en un estanque bastante mugroso, al que ella sabía que no debía acercarse a causa de que su mamá siempre le había dicho que las personas roñosas no triunfan en la vida, y muy obedientemente ella jamás se había revelado (perdón, por mi ortografía, reBelado, reBelado) contra las costumbres. Pero convengamos en que Dulcinea siempre quiso acercarse un poquito a ver cómo era la consistencia del barro, un poquito de pegamento en las manos…tener las rodillas peladas de caerse….ahhhh placentero!!!! Entonces en ese momento de delirio místico frente al estanque, Dulcinea se dio cuenta de que nadie la vería si se acercaba un poquitín, sólo un poquitín al estanque. En seguida, lo que vio no le agradó mucho, pues deben saber mis queridos lectores, que el estanque estaba cubierto de musgos por lo que el espejo distorsionaba mucho lo que se podía ver…entonces Dulcinea lloraba porque el estanque no le devolvía la imagen que ella quería ver…y en ese estanque ella no se veía nada linda..y la verdad…que aunque no lo fuese…nadie se vería bien en ese estanque. Pero eran tantas las lágrimas y el ahogo que Dulcinea que empezó a experimentar que se cayó de cola al piso. Enseguida entendió que debía de dejarse de andar llorando por ahí no sea cosa que alguien la viera en ese estado y encima tirada en el medio del bosque embarrada…y cuando quiso incorporarse vio un animalito de esos que la asustaban cuando era chica.
Pues mis estimados lectores, ustedes deben saber que mucho tiempo antes, la pequeña KATHERINA (quien aún no era Dulcinea) había tenido un enfrentamiento con un ser de esos que parecen aparecidos del pleno infernáculo: un sapo. Cuentan los antiguos relatos agrestes que los sapos curaban muelas, servían para anunciar lluvias, pero aparte de esas bondades, los sapos si se posan en el pecho de cualquier ser, su panza es tan fría que les congela el corazón. De ahí que KATHERINA les tuviese un pánico horroroso a estos seres asustadores.
La cuestión (sin digresión) que al lado del estanque, había un sapo. Pero no era un sapo cualquiera…era un sapo más bien bonito. De esos que parece que los ojitos les hablaran. Ni siquiera tenía cara de sapo, tranquilamente podría haber sido cualquier otro batracio ternuroso. Pero no dejaba de ser sapo!!!! –bah, eso suponemos que habrá pensado Dulcinea-, la cuestión fue que el sapito, seductoramente se acercó a la joven y le susurró estas palabras:
_ ¡Hola Dulcinea! Supongo que no te acordarás de mí porque han pasado tantos años desde que no nos vemos, que quizás te hayas olvidado de mí (y el sapito emitió un suspiro)
Nunca se había imaginado la chica que un sapo podría hablarle. Pues los animales no hablan, pero haciendo memoria, recordó vagamente una época que parecía sepultada en su vida, allá lejos en el pasado, donde recordaba a ese sapito que una noche por no haberle dejado el paso, el sapito le lanzó un chorro de pis en el ojo provocando la ida urgente al hospital!!! Recordar todo eso le hizo a nuestra heroína que le viniese un terrible dolor de cabeza, y cualquier otro habría salido corriendo del peligro que un nuevo chorro le inundase el ojo…pero Dulcinea se había cansado de ser tan cobarde y tan melindrosa, al fin y al cabo se trata de un simple sapo. Nada que con un poco de Lisoform no se curara….la cuestión que estos dos seres siguieron dialogando sobre el pasado…y cuando se quisieron dar cuenta, ya era tarde de noche. Y no era nada simple caminar por el bosque para encontrar su casa, entonces el sapito muy gentilmente, le ofreció a Dulcinea pasar la noche con él. De modo que acurrucaditos en el hueco de un árbol, la chica y el sapito pasaron la noche. Por un momento, Dulcinea temió que el sapo le congelase el corazón, pero al verlo tan tierno, mullidito en su hombro este ser le pareció un puro corazón.
A la mañana siguiente, Dulcinea se despertó con un sabor amargo…y parece ser que el sapito había tenido la intención de darle un beso…o vaya a saber qué!!! Ella, ofendida lo miró con un rostro lleno de enojo, pero el sapito la tranquilizó diciéndole que en realidad era un príncipe, quien había estado mucho tiempo esperándola para que lo sacara de su hechizo. De esta manera, haremos una retrospección a la historia que le vino a contar el sapito:
“Querida amiga, le cuento que hace muchos años que la espero, pues yo antes no era este ser que le muestro en este momento, sino en realidad era un hombre. Amiga debe saber que yo la recuerdo de ir caminando por estos lares, pero siempre la admiré de lejos como hombre, pero nunca pude acercarme por ese carácter tan podrido que presentaba”
Enseguida, Dulcinea tuvo el impulso de aplastar al sapito con el bonito taco derecho…pero recordando la frase de que los libros no le llevarían el té cuando fuese viejita, decidió darle una oportunidad al sapito para que siguiera explicándole su historia…
“Dulcinea, sólo un beso tuyo puede despertarme de este hechizo, pues si me das un beso apasionado, yo me convertiré en príncipe y vas a ver qué lindos que vamos a estar cuando nos despertemos juntitos en las mañanas, y ya que tenemos tanto para compartir porque somos tan parecidos y bla bla bla….”(porque KATHERINA/DULCINEA también tenía ojitos saltones)
Como sapito era bonito, quizás como hombre lo sea aún más. Y de hecho, el sapito presentaba una mirada picarona. “Qué más da” se dijo a sí misma la joven y le dio un besito al sapito. De más está decir, mis afamados receptores, que la rugosidad de lapiel del sapito desapareció como si se hubiese puesto crema ANTI ESTRÍAS y era suavecito, y lindo y con linda mirada. Hasta parecía humano!!!! Habrá pensado Dulcinea. Eso la verdad no lo sabemos….pero lo que sí puedo afirmar, queridos lectores, pues conocí a KATHERINA fue que el sapito era un hombre maravilloso, de esos que son atentos, dulces y tiernos. Era de esos hombres que parecen salidos de un cuento de hadas. Parecía el príncipe azul, si estamos atentos a su mirada. Pero como todos los sapos cuando pueden congelan el corazón, el simpático hombrecito—ex sapito contaba con un lindo historial corazoncitos congelados en su haber. El principito tenía la costumbre de congelar el corazón de las damiselas nuevas que encontraba en el estanque, puesto que se cansaba rápidamente de ellas. Era una recurrencia que no podía controlar, pues cuando se sentía demasiado hombrecito, necesitaba disfrazarse con una poción de sapito para hacerles el mismo versito a todas las que se acercaban al estanquecito. De esto se dio cuenta la pobre DULCINEA cuando un día quiso que el joven la llevara a pasear de vuelta por el estanquecito, y de un modo bastante rotundo (Que en nuestras épocas podemos pensar como un sms) el ex –sapito le dijo que no porque tenía una noviecita que solía dormir cerca del estanque. “Interesante”, pensó Dulcinea, sin entender por qué el sapito malvado no era que le escondió la presencia de la noviecita – humana (que por cierto era una princesa, por eso es que no la dejaría ya que era una chica de la aristocracia que vivía en un bonito castillo!!!!) sino que le hizo pensar que era necesaria. Al principio, Dulcinea estaba un poquito triste con la novedad del sapito bígamo, pues a ese punto la humanidad del joven se le había ido, y casi parecía que le congelarían el corazón de vuelta. Entonces, a DULCINEA se le ocurrió una idea. Ella le pidió que fueran juntos por última vez al estanquecito donde se conocieron, y que por última vez, se dieran un beso para despedirse. El joven no quería despedirse, ya que había encontrado que Dulcinea era bastante gauchita en muchas cosas…pero accedió pensando en que la recompensa sería buena…o que lo que tarda es dos veces bueno, y esas pavadas. La cuestión que cierra nuestro relato fue que ella le solicitó seductoramente al igual que como cuando se conocieron, que por última vez él se transformara en sapito para ella…para ver cómo era la transformación. Él accedió sólo para mostrarle qué bueno que era haciéndolo!!!! Porque el joven-sapo era muy creidito, en fin…la cuestión es que una vez producida la metamorfosis…el joven vuelto a ser sapito, cabía en la manito de DULCINEA. Ella lo miró tiernamente, y cuentan algunos que fueron testigos de la imagen, le sonrió con mucho mucho amor…y mirándole esos ojitos claros….le arrojó KA(OT)RINA que era un lindo venenito que terminaba con todos aquellos bichos y alimañas que pueden andar perturbando la tranquilidad de todos aquellos que deseamos tener un muy buen pasar-….y colorín colorado…el sapito se ha quedado retorcidito en el piso, y DULCINEA muy contenta regresó por su caminito, sin pensar si quiera si era necesario tener un sapito, batracio, pececito que le llenara (o congelara el corazón) pues ella estaba muy feliz, loca con libros pero ante todo con dignidad!!!!



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