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sábado, 25 de junio de 2011

Ars Amandi





Ovidio escribe hace muchos siglos un ‘Ars Amandi’, en él plantea que el amar a alguien es parte de un arte. Entendiendo el contexto en el cual escribe este ilustre personaje, en realidad más que el arte del ‘amor’ romántico, tiene que ver con el arte amatoria, es decir un texto más bien voluptuoso en el que la sensualidad y el contacto entre cuerpos es el centro, principio constructivo.
Hace pocas semanas, mi amiga encuentra el amor a la vuelta de un twitt. El amor en su máxima expresión, en la que ella salta de una cama a correr en un vendaval como las pinturas de Turner, arrastrada como Francesca en la Divina Commedia. Ella, toda ella, se deja arrastrar por una corriente difusa y extraña. En toda esa carrera contra el tiempo y las cenizas, toda ella siendo pura sonrisa me dice: “di más que en cualquier otra situación’ y luego de un acto sublime de entrega –de ella misma- despierta con una fuerza total y regresa a crear. Y realmente resurge de las cenizas.
Hablo con mi otra mentora, y le cuento una situación ‘x’ que tuve en los últimos días. En un momento, la leo triste y me doy cuenta de que lo que le cuento le provoca malestar. No el malestar por el hecho, sino por la asociación. Trato de callar mi mano, y me pregunta –como inquiriéndome- ¿cuál es la causa de amar?. Me lo tira, me lo escupe, y creo que me abofetea con la pregunta. Y trato de no pensarla mucho. Porque si la pienso me voy a descomponer.

Miro un momento Telefe y veo un capítulo de los Simpson. Bart se ha enamorado de una chica imposible (imposible porque es más grande, porque es su niñera y porque es la novia de Jimbo Rosso –chiste estúpido del ‘borroso’ me viene a la mente- ). La chica le escupe la mano y Bart decide no volver a lavarse la mano nunca más. Bart luego actúa para dejar mal parado al borroso, lo logra. Sin embargo, no consigue a la chica por su ‘falta de bigote’.
La pregunta de la lluvia de Sibilantes hace ruido. Pero qué se le va a hacer, tengo que contestarle a mi amiga. Y me veo respondiendo que la causa de amar es justamente el efecto que le produce a uno el ‘estado’. (otro día igual hablaré de la diferencia entre ‘amar’ y ‘estar enamorada’). Le contesto, de forma escueta, que el amado mueve al amante aunque no esté interesado en él. El amante gira y gira alrededor de su primer móvil aristotélico. Gira como girarían los penitentes, alrededor y subordinados a Dios, desde el punto de vista místico. Lo persiguen como uno persigue el deseo, y no renuncia a él. Por más que no lo consiga nunca, porque eso mismo es el deseo, algo que no es posible. De lo contrario se vuelve un anhelo. Por eso es que el deseo muta tanto…

Karina en el Abasto. Da vueltas, muchas. Pero esta vez sabe que tiene que ir a buscar un libro: “Lengua Madre”. Nuevamente se topa con un libro inconseguible. Pero afortunadamente, el mismo se encuentra en ese lugar. En Yenny, y algo le hace ruido. No recuerda bien, pero algo del orden de lo onírico se le aparece enseguida. Al alcance de su mano encuentra dos libros. De haber tres, de seguro los hubiese llevado. Pero solo había dos. Ni siquiera miró su contratapa. Así, como si fueran los chocolates para un domingo, y como si fueran unos bellos zapatos de taco altísimo, los tomó contra su pecho. Fuerte latía el corazón. Le habían hablado de Murakami. Y ella estaba contenta porque los tenía. Y se fue a la caja. Allí le preguntaron: “¿Para regalo?”. Ella respondió: “Sí, son para mí”. Salió contenta de ese lugar, nuevos amantes estarían haciendo de ella un ser amado. Y estuvieron encerraditos en su bolsa de celofán y su papel de regalo. La pregunta de Silvina movilizó que ella recurriera a Murakami. Y cuando abrió la bolsa, el envoltorio se encontró con las contratapas. No voy a usar la palabra contratransferencia para no resultar violenta. Solo transcribo a lo copista aquello que he encontrado en las contratapas de los dos libros que estaban envueltitos, pero ahora están en cerrados. Todavía estan bajo celofán. ¿Habrá que conjurarlos?

Tokio Blues, Norwegian Wood: Mientras aterriza en un aeropuerto europeo, Toru Watanabe escucha una vieja canción de los Beatles que le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de los años sesenta. Recuerda entonces con melancolía a la misteriosa Naoko, la novia de su mejor amigo de la adolescencia. El suicidio de éste les distanció durante un año, hasta que se reencontraron e iniciaron una relación íntima. Sin embargo, la aparición de otra mujer en su vida lleva a Toru a experimentar el deslumbramiento y el desengaño allí donde todo debería cobrar sentido.

Al sur de la frontera, al oeste del Sol: Hajime vive una existencia relativamente feliz –se ha casado, es padre de dos niñas y dueño de un club de jazz- cuando se encuentra con Shimamoto, su mejor amiga de la infancia y de la adolescencia. Y la atracción renace. Hajime parece dispuesto a dejarlo todo por ella…Una historia sobre amores perdidos y recobrados, sobre la consumación de una promesa de plenitud, que destila la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo.

De la lectura de la contratapa extraigo dos respuestas. Sibilante SilBinita, la causa es innecesaria, lo importante es la consecuencia. La consecuencia, lo sabés es el sufrimiento, porque todo siempre está destinado a terminar. El punto es que en la duración del TEMPO la sensación opiácea (Freud la llamaba sentimiento oceánico en su ‘Malestar en la cultura’) no importa en sí la causa del amar, sino más bien las consecuencias del ‘des-amar’ porque la pregunta más bien sería ¿qué hace uno con todo eso que le quedó dentro? ¿Qué se hace con toda ese ‘dar’ como el que tuvo mi amiga, cuando el Otro –así con una gran ‘O’ mayúscula- desaparece? ¿Lo aconsejable es bloquear, borrar y no registrar?

Otra cuestión, amiga, ¿mentirSE o no mentirSE? Alguien me dijo que el efecto de la mentira es verdadero cuando uno se lo puede creer y lo sostiene sinceramente. Acto seguido, le dije que no podía mentir porque por mi falta de memoria, me piso. No es falta de creatividad, sino más bien sobreexigencia de la creatividad. Me asustó la confesión de mi interlocutor que si algo le faltaba era ser considerado un mitómano de libro. La pregunta es ¿Sirve mentirse inventando falsos olvidos? Mirá que el inconsciente se encarga de traerte eso que borraste a tu realidad, y ahí no hay Universo paralelo que te rescate. Y terminar uno como un satélite, un satélite rodeando alguna órbita, un Sputnik, mi amor. Un satélite a la deriva, que con una perra LaiKA dentro, da vueltas y vueltas alrededor de vaya a saber que primer móvil….

Reflexiones a la vuelta de mi lectura…

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