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jueves, 22 de abril de 2010

Somos nuestros propios demonios (Rolu dixit)


Una fuerza precisa arrastra a mi lenguaje hacia el mal que puedo hacerme a mí mismo: el régimen motor de mi discurso es el piñón libre: el lenguaje actúa como bola de nieve, sin ningún pensamiento táctico de la realidad. Generalmente, suelo tratar de controlar la catarata de palabras. Pero lo indecible se apodera de mi (lengua sed torpet, againnnnn) y de mi racionalidad. Trato de hacerme daño, me expulso a mí mismo de mi paraíso, tratando de suscitar en mí las imágenes que puedan herirme; y la herida abierta, la mantengo, la alimento con otras imágenes, hasta que otra herida, viene a provocarme un efecto de diversión. Las imágenes son sublimes y subliminales, uno es aquello que dice, aquello que actúa. Uf, me aburrí.

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