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lunes, 26 de julio de 2010

Urgente a Terapia con marcha de antorchas.com....




Me llama mi ex para regresar. Mi ex, a quien desfenestré por todos los espacios posibles de ser desfenestrado, y sin embargo existe una duda (¿estaré haciendo bien?) me aferro a la idea de que todo lo que hice en el último tiempo ha estado bien. La crónica de mi semana no ha sido de las mejores, y mientras tanto, un gato negro me mira con sus ojos amarillos. Pienso que varias veces me he perdido en una mirada al punto de creer de sobremanera. Sobrevalorar, sobresaturada, sobreviviendo a un fin de semana en el que mis amigas me terminan diciendo (repitiendo por enésima vez “que-comience-a-cuidarme-de-una-vez-ya-que nadie-lo hará-por-mí). Me siento y escucho la perorata y de repente todo es una nebulosa de palabras sin sentido. “Escucho y obedezco” me gustaría decir. Pero no siento que pueda accionar en nada. Me encuentro tratando de llamar a Juan Manuel, sabiendo que es lo peor que me puede pasar. Pero tengo en claro que él me extraña y que aunque sea lo peor de lo peor, aunque sea de lo más detestable, necesito con toda el alma que alguien me abrace y me diga que me quiere (aunque sea una puta mentira). Para un tipo he sido la mina que le pagaba la falopa, una cosa que tenía un valor de cambio. Para otro tipo he sido la mina que debía esconder por no cumplir con lo necesario con lo que esperaba su familia de “chico bien”. Para otro, he sido la mina con la que se acostó y nunca más volvió a llamar….y yo me derretía por ese racinguista. El último en el haber fue quien sólo me tomó como una salvadora de papas ante problemas económicos. Ninguno de ellos sabe cómo duermo. Ninguno sabe que me despierto dormida, y deambulo por la casa buscando no sé qué. Ninguno sabe que de alguna manera tengo miedo a dormir con la luz apagada porque me muero del asco si alguien me viene a tocar. Nadie sabe que tomo dos tazas de café negro sin azúcar en la mañana, porque siento que si no lo hago me voy a morir. Nadie sabe que guardo los libros en orden alfabético porque no entiendo cómo vivir sin estructuras. Nadie sabe que no agarro la mano porque me empieza a transpirar…y yo no puedo verme así. En plena marcha, con las flores blancas en la mano, comencé a llorar pensando en cómo mierda podría ser capaz de renunciar para cuidar a los demás tal como hizo Eva. Miré alrededor, y vi a una chica apoyada en el pecho de su novio. Él apoyó la cabeza sobre la de ella y la abrazó y luego la miró a los ojos. Cuando la miró, ella le sonrió y él también. Leo me mira y trata de que no siga mirando, entonces me agarra la mano, que me empieza a temblar, y sólo atino a llorar. Lloro en su hombro y se lo lleno de mocos. Lloro sin saber por qué lloro. Lo miro a los ojos, y me limpia las lágrimas y me da un beso en la frente. Le sonrío y me dice lo mucho que me quiere y lo lindos que son los ojos cuando se me hinchan. Yo sé que me lo dice para que no siga llorando. Y sin embargo me ofrece el brazo para caminar. Él sabe que el café es lo único que tomo todo el día, y él toma todo el tiempo mate, y cada vez que salimos por la calle Corrientes para ver libros o al teatro llevamos nuestros termos. Y sería feliz si no supiera que Leo es exactamente igual a mí. Golpeado, descreído y lastimado hasta decir basta. Un día lo vi correr tras una chica desesperado, y mientras yo lo miraba desde dentro de la EG3, él estaba bajo la lluvia, al igual que ella. Y ella se dio media vuelta y caminó por la 9 de Julio. Y él lloró por dentro hasta que en el 5, lloró a mi lado. Hoy a las tres de la mañana le conté lo de mi finde, y me dijo: “Negra, retirate ya”. Y yo lo escuché porque es mi gurú, mi guía. Encima me dice: “Por qué mierda no me lo contaste antes, te iba a evitar la meresunda en la que te metiste” (habla así, como los viejos).
Entonces entiendo lo que es “lo incognoscible”, a veces uno trata de definir a ese otro “en sí”, como tipo caracterial, psicológico o neurótico, independientemente de la relación amorosa. (que es de uno mismo, relación monógama con la nada misma)
Aprisionado en una contradicción: por una parte creo que conozco lo que veo, lo afirmo y realmente hay una parte de mi consciencia que lo cree fehacientemente. Pero por otro lado, existe lo que es el acto ( y no ‘acting’), es la evidencia pura: el otro es impenetrable, inhallable, irreductible (el prefijo i- es ‘ausencia’) el otro es ausencia pura…no puedo abrirlo, remontarme a quién es en realidad (¿cuál de todas las caras es en realidad?) (¿quién es en realidad?) No lo sabré jamás desde dentro…

“No llegar a conocer al otro” no es más que no saber nunca qué es lo que el otro piensa y sabe de mí. El otro jamás verbalizará nada sobre mí, porque no hay nada que predicar sobre aquello que no es importante. Y eso es lo que molesta. Saber que al otro uno no le importa. No puedo descifrarte porque no sé cómo me descifrás….sin embargo, quizás hubo un instante donde alguno dijo que era transparente…y eso también es una falacia. Nadie es transparente frente al otro. Nadie puede ser transparente para el otro, porque sino el otro se desvanece.

Desvivirse, debatirse por un objeto impenetrable es religión pura (my pretious, decía Gollum, y lo buscaba hasta que terminó con su propia existencia….) Hacer del otro un enigma insoluble es colocarlo en un lugar de consagración. El otro es aquello que yo he creado. Un monstruo, un ser falaz, y quizás el espejo que muestra lo que soy en realidad. No llegaré jamás a resolver la cuestión que se me plantea, no soy el pobre Edipo que sufre la anagnórisis, desde el principio sé como son las cosas, y las voy velando cada vez más (interesante gerundio, ir velando para ir tapando o velando para ir enterrando?). Ya no me queda más que trastocar mi ignorancia en verdad. No es cierto que cuando uno quiere, más comprende al otro: lo único que se aprende es que el otro no es para conocerlo, su opacidad no es más que una evidencia del juego que hay entre ‘apariencia’ y ‘ser’. Uno puede aparentar ser feliz, servir una taza de café y dar un beso en la mañana, pero sólo es la apariencia de un acto. Entonces me viene la sobreexaltación de que en el fondo siempre fue un desconocido para mí y que lo seguirá siendo siempre. Nada de lo que el otro dice está para ser analizado, ni para ser tomado en serio. Nada de lo que diga el otro es verdad, pero porque el otro no es verdad, sino es una creación que ha salido del deseo de que fuera así. Y si lloré en la marcha de la mano con Leo, (qué loco que se llame Leo) lloré porque no podía pensar en la frase del renunciamiento sin pensar en mi renunciamiento personal. En el momento en que alguien con el cuerpo enfermo, se retira de un campo de batalla porque –de forma honorable- debía hacerlo…porque no podía dejar que su cuerpo le ganara.

Y si en lugar de definir al otro (¿quién es el?) me doy vuelta y me miro a mí misma en el espejo: ¿qué quiero yo en realidad? ¿Qué quiero yo que quiero acceder a conocerte? ¿qué pasaría si decidiera de definirte como una fuerza y no como una persona? ¿y si me situase a mí misma como otra fuerza frente a tu fuerza? Ocurriría esto: el otro se define como aquello que da sufrimiento o placer. Porque en definitiva, ni siquiera es persona. El otro fue la fuerza que me permitió ver que había algo bajo el sol. Pero no es el sol…es a duras penas un solitario juego. Es el discurso monológico de quien no puede decir nada frente a otro. El otro no habla, porque el otro no tiene discurso. El otro es un discurrir frente a las piernas de la gente, no frente a mí. Yo me he vuelto imagen pura.

Allí entonces viene la pregunta dialéctica “¿Por qué?” le pregunto a Leo. Y él que sabe lo que tiene que leer de la pregunta contesta: “porque no. Porque no hay nada del otro lado, y vos bien lo sabés”. Le pregunto de vuelta: “¿Por qué no un poco? Y nuevamente me sonríe, me abraza y me dice… “Porque nadie puede quererte sólo un poco”. Entonces los dos tomamos nuestras antorchas, y seguimos caminando. Yo siento menos frío. Y las manos no me transpiran. Agradezco que Leo esté a mi lado para convidarme Kari-linas.

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