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miércoles, 17 de noviembre de 2010

ADICCIONES




Tuve un ex que cuando se sentía mal, o lo cagaban a trompadas en la cancha o en la calle, se sentía en inferioridad de condiciones, por lo que se predisponía al sexo desenfrenado, por sentirse con el ego herido. Cada tanto, cuando estoy en pedo o cuando necesito mimos telefónicos, lo llamo…Nadie es tan grosero y a la vez tan claro como él…(“Vos acá, yo allá…así nunca nos vamos a poder encontrar”)

Conocí a un chico en la puerta del teatro San Martín. Se llamaba “Angel”. No recuerdo si fueron los rulos, o el pelo largo, o la camisa de jean. Sólo registré que de repente estábamos comiendo una pizza de parados en Güerrin y que terminamos leyendo las Heroidas de Ovidio en su departamento. Siempre voy a recordar que en la mesita de noche, él tenía una magnolia…Nunca sentí un perfume tan ácido y tan seductor a la vez. Supongo que por eso mismo, cuando se quedó dormido, aproveché para salirme de su hombro y llamar a un radio taxi.

Un nene, porque era un nene, tenía sobre su cama de una plaza a la virgencita de Luján porque “estaba vestida de Racin´”, y un perro dálmata de cuando se estrenó la peli “La noche de las narices frías”. Él tenía la nariz fría por otros motivos. Recuerdo que aproveché que se durmió para secuestrarle una gomita del pelo que estaba en una mesita de luz. Me fui al otro día. Previo a mi escape, me arrojó espuma “Rey Momo” a lo largo de mi indumentaria…matándose de la risa. Le hubiera pegado un tortazo, pero tenía el pantalón fetiche turquesa Adidas…y no pude. Me invitó a la cancha. Nunca llegué…

Un amor. Se llamaba y se llama. Sigue dando vueltas por el mundo. Sigue meciéndose por las lianas que encuentra. Y sigue con la paz espiritual que nunca pude ver en nadie más. Tenía los ojos más celestes que el cielo y la sonrisa más linda que nunca pude volver a ver. Aún cuando me llama me hace estremecer, porque pienso: “Y si….?”. Fue el que tuvo que ser, cuando no debía serlo. Un Jack Daniels y todo su pelo castaño cayendo en un colchón de edredones rojos y naranjas. Y todo él, que me tomaba de la mano en el momento del después, y me besaba la base de la palma, para sentir como latían fuertes mis venas…todo en él era eso…

Un miedo. Fue que era uno de esos que te bancan en todas. Uno de esos que lo llames a la hora que lo llames, viene. Uno de esos que te bancan la salida al cine, la picada, la cerveza, la noche de depresión, lo que sea. Te viene con el auto y te hace sentir una reina. Por más que esté con cuanta novia esté, él sabe lo que le pasa. Yo sé lo que me pasa…y por más que trato de evitarlo, a veces lo llamo como el sábado para molestarlo (y molestar a su novia) y para decirle que tengo un espacio en la semana y que lo extraño, y que lo quiero, y que ahora soy buena. Él no me cree. Sabe que lo llamo porque algo le voy a pedir. Y sin embargo me dice, ok ok…el finde nos hablamos. Pero vos sabés como es esto. No tenemos química. Me da cosa…

El dueño del libro. Quien se lo queda, cual rehén porque sabe que es para el otro. Ya no es perro, sino lobo. A veces le salta el instinto y recuerda su verdadera naturaleza. Es el de los besos más lindos. Por la boca de pato que tiene. Es el de la mirada más franca. Porque no puede mentir. Es el que se fue y que acaba de hablarme por una cámara mientras yo estoy con fiebre y vómitos gastroenteríticos. Es todo él, pero fundamentalmente…es ella al lado, y la otra ella al lado….y un océano en el medio.

Hubo uno especial. Casi no recuerdo su nombre. Sí recuerdo que olía a Parissiennes. Y nos creímos Oliveira y La Maga dando vueltas por la calle Corrientes, comprando abonos para festivales de cine. Era tomar un auto, e irnos a Lujan una noche. Y también era irnos a la Ruta para acostarnos y mirar las estrellas. Era un rico porro y un vino que generalmente no podíamos abrir. Era el chico con las pestañas más largas que las mías. Era quien vi como igual, y no como par. Era alguien para quien fui poco. Pero que cada vez que terminábamos, se ponía en una posición extraña y se abrazaba a mis piernas.

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