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domingo, 7 de noviembre de 2010

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA




Interesantemente, nunca me pareció atractivo el librillo de García Márquez. Revisando los motivos (que nunca sobran), me doy cuenta de que es casualmente (o causalmente) porque me cae mal Santiago Nassar. Sí, me cae mal…digamos en el libro, y en la película donde actúa Ornella Mutti. No recuerdo quien era el personaje, ni menos quién era el actor (nota mental: al escribir, busque y chequee las fuentes, Torrisita!) y de repente, caigo en que había algo en sus ojos que me molestaba: los ojos me caen mal. Pero para no caer en el chiste fácil, decido no pensar en el libro, y luego de tomar sol toooooda la tarde y sentirme una divina, habiendo llegado AL PESO JUSTO (momento genial si los hay), entro en la molestia de ver un sms RIDÍCULO con “R” vibrante múltiple que me genera particularmente incomodidad, puesto que si hay una mujer que particularmente no necesita explicaciones, ni disculpas soy yo, ya que si uno se manda una cagada, se hace cargo y se banca el moño. Y esto me recuerda a una escena que vivifiqué tiempo atrás…claro, todo tiene sentido cuando recordamos al “Perro” con quien salí durante, sino cinco, fueron siete añitos…

LA NOCHE DE LA MUERTE DEL PERRO…

Era tiernita yo, casi podemos decir que era una nena…dieciséis años con radiante alegría. Noches de fiestas de egresados que empezaban en octubre. Y recuerdo, en particular una que hubo casualmente en noviembre, porque fue “LA FIESTA” y de hecho, recuerdo que el día viernes hablé en la sesión de terapia acerca de esta fiesta y de las consecuencias que tuvo, porque OHHHH casualidad, el tiempo suele ser bastante circular….en fin… cuestión…que la onda fue así, el Perro me llama para avisarme de una fiesta, y me dice claramente que va a ir, y que yo vaya. La verdad es que a esa edad, yo no salía dos veces en la semana, digamos me dejaban salir o viernes o sábado, cuestiones de adolescente, pero en fin, me avisa con la anticipación nula, por lo que prácticamente tuve que convencer a mi fiel amiga Silvina, (Soldado de Perón uno) y otra amiga X que era en ese momento Gilda terminan haciéndome la gamba para encontrarme en la fiesta con el Can. Demás está decir, que con el Can éramos grandes amigos, para ese momento, teníamos un flirteo de esos que eran de llamados diarios de horas telefónicas y besos en plazas mezclados con sexo rapidito antes que lleguen los viejos, porque con el Can yo me había iniciado….imaginaos quéee conexión que habíamos establecido…

LA ESCENA

Según Roland Barthes, al analizar el episodio de la “DEDICATORIA” que una dedicatoria es “un episodio de lenguaje que acompaña todo regalo amoroso, real o proyectado, y, más generalmente, todo gesto, efectivo o interior, por el cual el sujeto dedica alguna cosa al ser amado”. La dedicatoria del Perro, fue que cuando yo llegué con mis adoradas amigas, lo busqué para saludarlo y lo ví, interesantemente saludando con una gran calidez a una señorita. De hecho, el saludo era taaaan cálido que a mi me revolvió un poquito el estómago ya que fue ver al Perro en pleno abrazo (porque tenía brazos extremadamente largos) abrazando a una señorita, y besuqueandola con toda la cara ante mi rostro, porque la dedicatoria, no fue solamente hacia mi persona, sino fue hacia todas las personas que estaban conmigo, que eran justamente sus amigos que me buscaban porque el Perro lo requería. Interesantemente, la imagen queda en mis retinas, y en mi iris, y yo me conduzco hacia el baño. En una honda respiración, se me escapa un terrible vomito que mancha el piso, y dos amigas del Perro sonríen ante la imagen de la descompostura. Realizado este acto, enjuago mi boca, sin dejar de mirarme en el espejo, y fue como si me hubiese poseído un súcubo, porque salí, divina, bailando con mis amigas, porque en definitiva nada de eso me había afectado. Claro que me retiré del mismo espacio, para estar en una distancia prudencial, en la cual, interesantemente el Perro me busca, para ofrecerme una cerveza, la cual acepto y me la tomo con sus amigos: el Rulo y Malarino quienes interesantemente se quedaron a mi lado, indignados por la escena dedicada y porque el ridículo can, trajo una cerveza “a son de qué”, digamos, andá al patio y seguí besuqueándote con la prima de Nolan, no me jodas la paciencia, uno diría…pero yo, joven e inexperta, carente de discurso, tomé la cerveza y emprendí la retirada con uno de sus amigos, que de hecho, era mi amigo: el Nono. Demás está decir que terminé embriagada a dos cuadras, indignada y a las puteadas y violentísima como era de pendeja. Sin embargo, lo interesante fue que el Perro sale, y encima de todo quiere venir a hablarme a pedirme disculpas de algo que “se le fue de las manos”, yo recuerdo haber contestado que “me pareció que estaba precisamente la chica en sus manos, no entiendo qué se te fue de las manos…” y me di media vuelta y me fui para mi hogar con Sebastian, y el Rulo y el Perro detrás…porque íbamos para el mismo lado…

LA CONSECUENCIA DE LA NOCHE.

Creo haberme enojado. Pero creo mucho mas haberme decepcionado. Y no está buena la decepción…porque lo que siguió fue la condena a muerte del Perro. El Perro sabía que yo iba a estar, el Perro sabía que yo lo quería una banda, y el Perro sabía que había confianza. El Perro ignoraba que gracias a ese acto, inauguró una cadena en mi vida. Justamente la cadena de la que hablé el día viernes…porque luego de las disculpas del Can, y los pedidos de disculpas, ya nunca más lo vi como debía verlo. De hecho, luego de ese acto, al tiempo terminamos siendo “novietes adolescentes”, pero esa herida narcisística nunca la pude cubrir, y él lo supo siempre…por lo tanto él dejó en claro que pagaría el precio necesario para no perderme. Y lo necesario en ese momento era la venganza. La crueldad con crueldad. Ese fin de semana me agarré a dos de su equipo de voley, y terminé enroscada con dos compañeros del colegio. Digamos, la dedicatoria siempre te la multiplico (si puedo, por siete). Sin ir más lejos, me termino agarrando a un tal Marcelo, interesantemente del barrio, de Pieres y zequeida, o esos lares. Estaba enojada y herida. Y esa fue la cadena que nunca pude cortar con el Perro, porque yo jamás le perdoné ese acto, y por ende, nunca le creí las disculpas, y encima de todo me pasé por el orto todo lo que vino después, porque me encargué de cagarlo, destruirlo moralmente, hasta el punto que debió irse del país para poder cortar conmigo. El Perro, con su inocencia, estupidez y su falta de tacto, perdió la única virtud que tengo: la BONDAD. Yo al Perro lo bancaba, estudiábamos juntos, él venía a comer a casa y en su casa me hacía lentejas con aceite. El Perro me llevaba de la mano a caminar y a comer en Pizza Ugis de Corrientes para que yo viera libros y el era feliz, porque yo sonreía. Lamentablemente, ahí, luego del hecho, dejé de sonreír(le) y me di cuenta de que nunca más le iba a creer una palabra de lo que me dijera. Nunca más iba a confiar en el Perro, porque no fue su destino ser perro sino lobo. Y no fue solamente una dedicatoria y una escena, fue un dictamen, algo que se volvió significante…porque no hay retorno de esas cosas.

EL DICTAMEN

El tiempo es cíclico, y la vida nos enfrenta a mismas situaciones y cambian las personas y los lugares. La pregunta en definitiva es si seguiré con el orden de lo simbólico, Ley del Talión. Disyuntivas de mientras tomaba sol, y me sonreía al verme divinas mis piernas, y flacas por haber entrenado cual delfín. No hubo pensamientos por primera vez, por primera vez no hubo reacciones, ni tuve un amargo despertar. Todo por el contrario, me vine divina desde caballito en el 49 y reflexionando, perdoné al Perro por haber sido tan infantil…porque el Perro tenía diecisiete añitos al cometer ese acto. También me perdoné por haber sido una Perra haciéndole mierda la moral a un pobre pibe que se mandó una cagada. Pensé en que el orden de la vida, suele ser una sucesión de acciones y reacciones. Y por primera vez, me encontré tranquila…porque no hay ni un leve resentimiento cuando uno sabe que se va a encontrar con algo. Demás está decir que nuevamente la circularidad del outlet me enfrenta a la misma disyuntiva, y a los treinta, pisando los treinta y uno digo, por favor…no puedo sentirme más que hilárica ante las dedicatorias y ante las escenas. Sonrío ante la ridiculez de los actins, y por sobre todo, me río mucho, pero mucho de la franela verbal (sexo oral que se le dice) y me río más hay cosas que deberían no mencionarse ni realizarse, (Gracias Bailarín Patrick Scwaize en “Dirty Dancing”, y me apeno de que si se espera respuesta de mi parte, lo único que hay es LA NADA. Y cuando la nada aparece en mí, es tétrico…porque ni da hacer leña del árbol caído, porque las disculpas no te quitan lo bailado, y porque en definitiva, era el cierre necesario de muchas cosas.

Cuiusvis est errare nullius nisi insipientes in errore perseverare (Cicerón)

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