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jueves, 11 de noviembre de 2010

TODAVÍA NO USÉ MI MILAGRO DE HOY… (QUÉ CORTA ES LA VIDA, MI AMOR)




Un poco triste con la noticia. Un poco rara porque no es fácil de digerir. Mucho menos, de pensarlo. Fui a avisada por la noche del deceso. Al principio me quedé digamos un poco sorprendida. Nadie me supo decir la verdadera causa de su muerte. Digamos que casi todos lo de su entorno veíamos con claridad su derrape y su pronta ida de este mundo. No nos imaginamos nunca que pudiese ser tan pronto. De hecho, noviembre es un mes tan singular, que trae tantos cambios, que uno podría esperar que los cambios fuesen lo suficientemente beneficiosos para generar una nueva vida, y una torcedura (no ya de tobillo, sino de conciencia…) y de repente nos llega la noticia de su defunción.
No soy una mina religiosa, digamos que creo que hay un más allá donde puedan ir las almas para encarnar en otra vida, ora gato, ora perro o quizás piedra. Desde la encarnación de la piedra, cual convidado de piedra, uno podría imaginarse la vida siendo vista como una eternidad. Y sin embargo, no es así. Algunos prefieren no ser piedra, sin pensar que justamente es lo que los caracteriza: la no movilidad y la no sensibilidad. La piedra no siente, no es ni siquiera un elemento de esos que un filósofo presocrático pudo ver como origen de las cosas….la piedra es piedra. Y la piedra reducida es arena, es polvo, es nada…

Triste la verdad, porque no me esperaba su desaparición. Más triste aún porque no me imaginaba que pudiera haber sido una muerte tan repentina. Sorprendida, sí, porque no quise ver los signos de la enfermedad. (El poder de la negación es tan complejo) y sin embargo, se murió. La hora del deceso fue a las 22.13 hs del día miércoles, yo volviendo del trabajo y enterándome de la noticia en casa de mi amiga. Digamos, no es que no lo supiera sino que era algo que intuía. Al principio, como siempre el vértigo y el dolor de panza que se asemeja a cuando uno está nervioso frente a una entrevista con un administrador o cualquier directivo. Pero eso suele terminarse pronto cuando nos relajamos y pensamos tranquilamente en que era el Destino el que había escrito ese momento, y luchar contra el destino, la Moira trae lo que los poetas trágicos llaman la Hammartía, el error fatal, y mucho más nos llevaría a un acto de Hybris, en la que creemos que podemos controlar el Destino, a los Dioses y encima a todo lo que tenemos alrededor. Entonces hay que evitar todo eso…hay que pensar de una forma bella. Agradecer el tiempo que ha pasado en esta enKARnación de su vida. Nos alegramos de los bellos recuerdos que nos ha otorgado la persona, y siempre estaremos contentas de la forma en que pudieron participar de nuestra existencia y de nuestra esencia. Nos alegramos también de que haya podido conocer nuestros aspectos (buenos y malos) y nos sentimos felices de haber podido “imitar una conexión”, (porque en realidad, sólo se conecta el enchufe y los tomacorrientes, no las personas…).

Más relajada, porque espero que alguna vez, cuando encarne en otra vida sea realmente feliz. Sea esa persona que soñaba. Sea todo eso que quiso ser y que el tiempo no lo pudo acompañar en ese camino, pues se fue antes. En su próxima vida, estoy segura de que apareceremos todos aquellos que lo acompañamos en esta, dudo que encarne en persona, (así como estoy convencida de que yo no lo haré) y demás está decir que asumiré esta nueva ausencia con la mayor de las fuerzas, porque si hay algo que he aprendido es a sentir las ausencias. Al principio es como si uno no supiese dónde ir, porque extraña, pero día a día, las cosas cotidianas se empiezan a desdibujar, al igual que como ocurre en los días cotidianos que compartimos con esa persona. También ocurre que uno piensa si lo que está pasando lo vivió y se comienza a confundir los nombres y todo aquello que en definitiva es y deja de ser para justamente volverse el no-ser. Dicen los que saben respecto de los duelos que se trata de dos raíces latinas; una es dolus (dolor) y la otra duellum (desafío) - conocemos la frase "retar a duelo". Podemos afirmar entonces que el duelo es dolor psíquico , pesar, aflicción pero también es un desafío a la estructura. Un desafío a producir esa recomposición significante que le permita disponer de la falta instituyente, recreándola. Por eso es que siempre que tenemos que atravesar un duelo, nos agarra una especie de melancolía de esas que nau tem fim
Freud respondería, (si viviera) que sospechamos en ellas una disposición enfermiza. Sujeto engendrado en las operaciones de alienación y separación en su dependencia significante al lugar del A, proponíamos que se trata de la disposición respecto a la falta y a las fallas de su inscripción. O sea, se murió A. y de repente nos encontramos frente a ese sentimiento, rarito porque no es primigenio de la angustia.
El duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, la patria, la libertad, un ideal. Ese agujero en lo real moviliza todo el orden simbólico . Produce un cimbronazo en la estructura donde si la falta es el soporte de la castración , ella pierde su localización y el sujeto es reenviado a un lugar de privación. Desde dicho lugar privado frecuentemente el sujeto se muestra. En la clínica se presenta en ése mostrarse más del lado del fenómeno que del síntoma. Fenómenos de pasajes al acto , melancolías, anorexia, fenómenos psicosomáticos, finalmente todos ellos fenómenos a-dictivos ante la pérdida de aquél del que podemos enunciar una dialéctica en la que no solo , "Eso me falta" , sino también "Yo era su falta". Digamos, en palabras poco técnicas, es que eso que se fue, que me falta, en realidad se fue para que se vea que yo era en definitiva un ser borrado. El otro es el ausente, y me deja a mí ausente. Entonces el otro me ha dejado paralizada, y casi (¿castrada?) de mi propia femineidad…
Frente a la pérdida en lo real, la primera respuesta es la renuencia a aceptarla, la renegación - verleugnung- , reenvía al sujeto a una posición privada y desde ahí sin recurso a quedar representado en la cadena significante , se muestra en la escena. Entiendo que Freud coloca en el extremo o límite de esta manifestación una entidad que linda con la psicosis al costo de apartarse de la pérdida que la realidad afirma. Como que uno dice, no puede ser que se haya ido, que no esté más (¿si yo no hablé hace poquito con esa persona?)
Podríamos entonces decir que para estar de duelo, en primer lugar se trata de localizar la falta, nombrarla, aceptar que algo se ha perdido, no renegar de ello. Ya sabemos del lugar esencial de los ritos funerarios, de la sepultura, en todas las civilizaciones como un modo de aceptar esa primera muerte, por los deudos. Entonces, este es el momento de nombrarte, y decirte lo siento mucho, pero la verdad me duele que te hayas ido de este plano material, y quizás estés feliz en tu bello cielo color de vainillas…
Sin embargo y parafraseando a Freud no se trataría únicamente de saber a quién se perdió sino lo que se perdió en ése que se perdió -imágen especular-. Digamos ese otro que se fue, que se murió, lo único que me daba era mi propia imagen en el espejo. Y para ser honesta, la imagen no era muy linda. De hecho era la imagen de lo unheimlish (lo siniestro, lo feo, lo horrible, lo que hay que esconder) y para qué negarlo, mejor que se haya muerto, porque lo que me devolvía no era nada grato. Así que te deseamos lo mejor en el cielo y en tu próxima encarnación. Pero, como dijo una sabia pitonisa, “Si naciste chotito, y te portaste chotito….de seguro reencarnes rodeado de todito aquello que hiciste al otro…o sea, la chotez” (¿significante masculino?), mejor cierro acá…

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