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lunes, 12 de abril de 2010

DESCENSUS AD INFEROS..




El cuerno mayor de la llama antigua
comenzó a sacudirse murmurando,
a la manera de la que un viento fatiga;
y con la cresta aquí y allá meneando
como haría una lengua que hablara,
lanzó afuera la voz y dijo: Cuando
me alejé de Circe, que me retuvo
más de un año preso en Gaeta,
antes que así Eneas la nombrara,
ni la dulzura del hijo, ni la piedad
del viejo padre, ni el debido amor
que debía a Penélope hacer dichosa,
vencer pudieron dentro de mí el ardor
que tuve de hacerme del mundo experto
y de los vicios humanos y de su valor;
antes, me lancé por el alto mar abierto
con sólo un barco y con aquellos compañeros
pocos, de los que no fui abandonado.
De costa en costa vi al final los límites de España,
hasta el Marruecos, y la isla de los Sardos,
y las otras que aquel mar en torno baña.
Yo y mis compañeros éramos viejos y tardos
cuando llegamos a aquella fosa estrecha
donde Hércules marcó sus dos resguardos
para que el hombre más allá no se meta;
a la derecha mano dejé Sevilla,
de la otra ya había dejado Ceuta.

“¡Oh hermanos”, dije, “que por cien mil
peligros habéis llegado a occidente,
de esta tan pequeña vigilia
de nuestro sentidos remanente
no queráis negaros la experiencia,
siguiendo al Sol, hacia el mundo sin gente.
Considerad vuestra simiente:
hechos no fuisteis para vivir como brutos,
sino para perseguir virtud y conocimiento”.

Mis compañeros tornáronse tan ansiosos,
con esta mi breve arenga, de seguir camino,
que apenas podría con esfuerzo contenerlos;
y, vuelta nuestra popa a la mañana,
de los remos hicimos alas para el loco vuelo,
avanzando siempre por el lado izquierdo.
Todas las estrellas ya del otro polo
veía la noche, y el nuestro tan abajo,
que no asomaba fuera del marino suelo.
Cinco veces encendida y tantas apagadas
pasó la luz por debajo de la Luna,
luego que entrados fuimos en aquel gran paso,
cuando apareció una montaña, bruna
en la distancia, y parecióme tan alta
como no había visto nunca una.
Nos alegramos, aunque enseguida volvióse llanto,
porque de la nueva tierra un torbellino nació
que golpeó al leño en su primer lado.
Tres vueltas nos hizo girar con toda el agua;
y en la cuarta se alzó la popa en alto,
como a Otro plugo, y la proa se fue abajo,
y al fin el mar sobre nosotros volvió a cerrarse.

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