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lunes, 19 de abril de 2010

CRÓNICA DE UN ATARDECER- ANOCHECER RARO


1. Caminando por pleno Alvear, mi alumno me dice con voz enojada (anche indignada) “Rola, sé como volverme a mi casa”, me enojo por la desobediencia y para darme bronca dice: “MA, mirá que lindo vestido”. La gente me mira asombrada de que tenga un supuesto hijo alto, no que sea madre de un adolescente pérfido. Ergo, me siento realmente anciana, y mis All Star ya no son tan bellas y verdes…

2. Subo al tren para ir al Señor Seminario. Está el aire acondicionado, siento frío y en consecuencia me pongo un ‘saquito’. El mero hecho de mencionar y ver escrita la palabra ‘saquito’, hace que me sienta igual que en el punto 1.

3. Bajo en Lisandro de la Torre, una terrible perra me arrebata el TAXI que estaba por tomar. Me enojo y cruzo. Un terrible salame me arrebata el TAXI que estaba –nuevamente- por tomar. Se me erizan los pelos de la nuca, y quiero putear. Me para un 504. Me hace sentir feliz. Me caen bien esos autos que me recuerdan la edad de oro del taxi…

4. Bajo del TAXI. Está tan hecho mierda que termino prácticamente dejándole la puerta colgando. El señor me mira mal por la brutalidad. Le explico que la culpa es que estoy muy cargada y no puedo sostener la puerta. El sr tachero no comprende, pues si estoy cargada debería no tener fuerza. Lo toma como un acto adrede y se va refunfuñando. Escucho que dice TURRA (ja, Turrisi me dice Nico)

5. Nadie entiende mi nueva remera. Todos piensan que es un sombrero. Y como nadie entiende que yo pueda usar algo así, no miran la parte de la espalda que es una serpiente que se tragó un elefante. Es parte de el libro “El Principito”. Yo no quiero quedar como una loca, pero no es mi culpa si la gente es medio pelotuda.

6. Para no llegar tarde a mi casa, me niego a tomar el 141 porque da miles de vueltas. Se me ocurre un acto inteligente, ir hasta Plaza Italia y tomarme el 34 para llegar a un punto X y luego tomar un taxi para llegar al punto Z, o sea mi hogar TorriZeZco. Me cuelgo en el Bondi, no me bajo, me equivoco y termino detrás de la vía de Liniers. Lágrimas internas brotarían, pero doy pasitos cortitos para llegar a la parada del 4. Ergo, son las once y media de la noche y recién llego. Horrible.

7. Tres sms de mierda: los primeros dos de mis alumnos que tienen que rendir el miércoles (MIÉRCOLES!!!, O SEA YAAAAA!!!) para preguntarme los temas. No sé si contestarle o directamente pensar en cómo ponerle un dos, viendo como la subjetividad y blabla se apoderan de mí. Otro es totalmente Infame. Hecho de pleno discurso banal. Me pongo de mal humor Sí- No- Tal vez. De seguro me la agarre con el primer adefesio que aparezca.

8. Detesto los días antes de que me venga por la mierda de necesidad-de-algo-dulce-para-llenar-el-teóricamente-barril-sin-fondo-de-mi-estómago. Estuve todo el día con el pensamiento (sin llevarlo a cabo) del Helado de Limón. Siempre pienso que por ser Limón no engorda, sino engorda me puedo clavar un cuarto. Si me clavo un cuarto, por qué no acompañarlo de Sambayón. Finiquito con 2000 kcalorías. Me importa tres belines. De mal humor lo trago. De seguro encuentre espacio como cinturón en la KAdera. Nueva excusa: estoy reteniendo líquidos porque tengo que indisponerme. Buena excusa, fea consecuencia.

9. Frase verbal obligativa rompe las pelotas. Odio la gente que no modalizá su discurso. Existen distintas formas de utilizar índices de actitud valorativa, pragmática, emocional, directas y cuasi directas. Barrenechea distingue tres índices de actitud, y analiza sus funciones desde el punto de vista de la gramática. Kovacci en cambio (me Kabe más porKe se esKribe con “K”) analiza que en realidad se trata de modificadores de la modalidad. Y (OBVIAMENTE) no llega a ninguna conclusión, salvo que en definitiva más palabras, el lenguaje es puramente icónico: en vez de decir “¿por favor sería tan amable de decirme, si es tan amable, la hora?”, es más fácil decir “¿ché, qué hora es?”. Es claro que la gente opta por la primera opción. Pelotudismo, al que llaman

10. Muero del sueño. Sin embargo no dejo de preguntarme, y revuelvo y revuelvo en la memoria que si habré hecho bien. Mmmm no me gusta preguntarme las cosas porque no llego a hacer ninguna clase de síntesis y menos de idea. Creo que creo en lo que creo, y no creo en las cosas que creo. Creo en que creo bien. Pero a veces creo que las cosas en que creo son cosas en las que no debería creer. Si no creyera tanto en las cosas que creo, creería que la creencia es una virtud que –creen los demás, es buena-. Sin embargo, descreo por momentos de las cosas que creí un minuto atrás y luego confirmo que estaba bien no creerlas. Es como si un flash restrospectivo / prospectivo se adueñara de la creencia. Y ahí no creo en nada. Soy Shakira, ni en mitologías, ni en el azar (Azar? Azahar? Asar?) blableta…

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