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miércoles, 19 de mayo de 2010

EL ANÁLISIS DEL MEJOR CUENTO, Y YO QUE ME HE CONFESADO TERRIBLEMENTE COBARDE!!!

Existe una relación entre Borges y Heidegger al nivel de la interpretación? Y si es así, ¿puede darse dentro sus interpretaciones del ser del hombre? ¿De su constitución primera? Y entonces surge el pedido: relacionar el parágrafo 74, contenido en el capítulo quinto de Ser y Tiempo, obra capital de Martín Heidegger, con el famoso cuento El Sur, del célebre escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges. Dónde es que esto pudiese aparecer es la labor que en los próximos párrafos pretendo elucidar.

Primera parte: El contenido del parágrafo 74

Para Heidegger, el Dasein, concebido como el modo de ser que es propio del hombre en tanto ser-en-el-mundo, de facto posee una historia y la tiene pues desde su constitución como tal siempre una historicidad lo constituye, como muestra más concreta y vívida de la temporeidad que funda el cuidado, prudencia que es, de una u otra manera, el ser del Dasien. Es importante en este análisis la temporeidad, que no se condice con el concepto común del tiempo, pues en el existir del Dasein ésta se presenta como resolución precursora.

Esta resolución aparece como un callado proyectarse, en disposición a la angustia, y donde el Dasein comprende su poder-ser de una forma que está en condiciones de presentarse ante la posibilidad última, como es la muerte, asumiéndose a sí mismo con propiedad, léase, como el arrojado en el mundo que es, resuelto a la situación abierta.

A este punto, Heidegger aclara que su análisis existencial no trata de la revelación de tales situaciones en específico, y que por principio como posibilidades fácticas de existencia no deben ser tomadas. Lo que sí plantea es que existe la chance de que éstas puedan ser extraídas, no desde la muerte, entendida como un adelantarse hasta la insuperable posibilidad de existencia, que "sólo garantiza la integridad y propiedad de la resolución", sino desde la consciencia del sí-mismo del hecho de estar arrojado en el mundo que es el mismo de una forma u otra.

Así las cosas, "el Dasein está entregado a sí mismo y a su poder-ser", esto es a lo que es constitutivo de él y a lo que es posible desde él a partir de lo primero. Luego, para él son posible ciertas cosas y otras no, en tanto está constituido de una manera y no de otra, y entre lo que propio, de una historia y no de otra.

El Dasein está arrojado en su mundo, pero espacialmente este mundo es también y en parte mundo de otros Dasein, por lo que en tanto arrojado ahí, siempre estará con otros. Y entre estos otros y aún, dentro como parte de estos otros, en él perviven y rigen con vigencia interpretaciones comunes y que Heidegger califica de medianas por prevalecientes. Son estas interpretaciones, transparentes para estos otros y él mismo, desde las que se comprenden dichas posibilidades, conocidas por todos pero siempre ambiguas en tanto futuro inaccesible. Así, como se comprenda el Dasein, que es en sí en-el-mundo y por tanto sus posibilidades, no está en condiciones de restarse a este estado interpretacional previo recibido, sino que aún consiga actuar contra éste, su acción podrá ser comprendida ser comprendida solamente con tal estado como condición necesaria y previa.

Las posibilidades de existir del Dasein se abren desde su arrojamiento en la resolución. Heidegger afirma: "El retorno resuelto a la condición de arrojado encierra en sí una entrega de posibilidades recibidas por tradición, aunque no necesariamente en cuanto tales." Es decir, constituido como está, fácticamente, desde una historia y desde unas interpretaciones a punto tradicionales, en cuanto entra en resolución el Dasein se desprende en parte, en su acción, de ellas, sólo para volver a incorporarlas como su historia y como parte de la tradición, digamos, automáticamente. Luego, la resolución es propia de esa manera de ser abierta del Dasein, en conexión con un mundo que es él mismo también y que a él mismo lo constituye, por tanto condición para el propio dominio y el habitamiento del mundo deseado.

Heidegger asegura que cuanto más auténticamente se resuelva el Dasein, como comprensión de sí mismo que puede adelantarse hasta la posibilidad final, en menor medida entrará el azar, lo provisorio y la suerte a afectar la certeza de la elección. El hecho de que el Dasein se encuentre en el extremo de su finito, ahí libre para morir, le confiere su plenitud. Asume entonces que su futuro abierto adolece de todo cuanto imaginó, necesitó o deseó y se ha vuelto hacia lo más sencillo.

En esta interpretación el destino existe, pero no como un fin al que el Dasein accede, sino como el Dasein, destino de sí-mismo y, por tanto, si en poder-ser, destino elegido por él mismo.

Heidegger sostiene que si el Dasein avanza hacia la muerte libre, por haber elegido, y poderoso, se comprende desde ese poder, el más grande poder-ser por claro, preciso y único, para asumirse a sí mismo como el arrojado que es, instante propiamente epifánico. Pero en tanto Dasein, los otros siguen ahí, co-siendo-en-el-mundo junto a él, por lo que su destino es también un destino firmemente entrelazado con aquellos y aún con el destino de ellos, formando un destino común en tanto comunidad. Este no es suma, aclara Heidegger, sino un compartir y una lucha de quienes conviven en el mismo mundo, resueltos a sus posibilidades, que genera la plenitud constitutiva propia del Dasein. Heidegger llama destino a aquel precursor entregarse al ahí del instante, propio de toda resolución, que a su vez funda todo destino común.

En este contexto, sólo un ente en estricta conexión con su futuro abierto, entonces ente venidero, así avanzando libre hacia su muerte y encontrándola finalmente, siendo desde lo que ha sido, puede desde su herencia asumir su arrojamiento y estar a tono con su tiempo, propio del Dasein y por tanto finito, entonces de este modo destino y de igual forma historia.

Aquel Dasein no tiene por qué saber estrictamente desde donde nacen las posibilidades a las que se abre, pero sí puede explicitar aquello que puede ser. Heidegger afirma que es en ese momento que la resolución transmuta en repetición de una posibilidad recibida por tradición. Agregaría yo también por historia. A mi juicio, certeramente afirma que la repetición es justamente tradición explícita, "retorno a las posibilidades del Dasein que ha existido", que se funda en la resolución precursora. Y nota que se advierte no interpretarse esto como pasados que vuelven a suceder, ni presentes amarrados a un pasado, pues en tanto la resolución, la repetición se concibe como posibilidad de una existencia ya existida, ya abierta antes, tanto que incluso se invoque contra tal pasado. Esto, aclara Heidegger, no se trata del tiempo lineal, pues para el Dasein apropiado las distinciones temporales resultan indiferentes. Esto resulta tan evidente, que el peso de la historia está en el futuro, que desde el momento en que el D
asein es, siempre es de cara a la muerte.

Segunda parte: El relato y las conexiones interpretadas

Como se sospechará, no pretendo hacer un resumen del relato, del que estoy cierto el lector ha accedido en el pasado, sino entregar una interpretación acerca de cómo se conectaría la postura de Martín Heidegger, previamente descrita, dentro de los límites de este relato borgeano.

En primer lugar el Dasein: de nombre Juan Dahlmann, su mundo esta marcado por dos historias, un vértice puesto en la estirpe de Johanes Dahlmann, pastor evangélico de origen germano, y por el otro, Francisco Flores héroe militar argentino muerto en combate. Es interesante cómo Juan Dahlmann elige sentirse argentino, pues desde su historia germánica, primera vertiente considerable, prefiere justamente ¡la otra vertiente! Entonces se trata de dos maneras del cómo se constituye la historia en este Dasein. Los útiles de este Dasein (estuche, espada, música, lecturas) se convierten en manifestación de este mundo que vive constitutivamente. Asimismo lo es que, por tal elección, se privara económicamente para poder conservar una estancia en el Sur, que fue de los Flores, y por tanto que fue de él mismo. Vuelven a remitir a la historia los eucaliptus, en tanto árboles, y el color deteriorado de la casa, todo dentro de la memoria del Dasein, luego de su mundo y, por lo pronto, de su acción. Al afirmar que cuando durmi
ó en sus sueños estaba el ímpetu del tren, no está diciendo, a ojos heideggerianos, sino que el mundo (tren) constituye a ese hombre. Esta también es su historia.

Borges afirma al comenzar el segundo párrafo: "el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones". Y claro, a la menor distancia desde la resolución, como distracción es separación desde aquello que atrae, los destinos abiertos no se condicen con el de la resolución y el Dasein es entonces uno distinto. Es clarificador cómo esta diferencia en lo resuelto por el Dasein, una simple noche de lectura, se convierte a instancias de esta distancia en un destino que logra condolerlo.

Tras comprar un ejemplar de las Mil y una noches, romanticismo propio de Dahlmann, éste sufre una herida en su cabeza con un batiente abierto en la escalera. Él no asume su situación de herido hasta que otro se lo hace saber con muecas de horror. Aquí queda clara la conexión entre el Dasein que es-en-el-mundo, con un en abierto en tanto arrojado ahí y en profunda relación con los otros, tanto que la propia interpretación del mundo, yo-herido contra yo-no-herido que corro a leer, impropia, se toma desde aquel. De la misma forma, tras largas e infernales jornadas de enfermedad y recuperación, es el cirujano quien le dice que muy pronto podrá ir a convalecer a la estancia. De Dahlmann no se sabe haya hecho semejante declaración, sino que es uno de los otros quien la hace por él, tanto que él mismo lo llama el día prometido al final del segundo párrafo.

La afirmación que inicia el tercer párrafo, acerca del gusto de la realidad por las asimetrías y los anacronismo parece remitir al concepto de repetición, pero en sí no lo hace, pues la repetición según Heidegger es de otra naturaleza y está aún por suceder en el relato.

El quinto párrafo obra para distinguir al hombre la bestia, ejemplificada en un gato, desde la perspectiva del tiempo. Y así Borges entrega una visión del hombre, ¿del Dasein?, aquel viviendo en el tiempo, en la sucesión, historicidad del Dasein, que no el animal, puro y llano presente, sin posibilidad de hundir sus raíces en el futuro con una resolución precursora. Esto vuelve a aparecer cuando Dahlmann afirma sospechar estar viajando al pasado y no sólo al Sur, en tanto este viaje al pasado sólo puede suceder en el mundo interpretativo que vive el Dasein. Ahora como símbolo, el Sur ya es el pasado.

Al sexto párrafo, la aseveración de Dahlmann acerca de su perseverancia sobre las Mil y una noches como útil a la mano que interpreta un alegre y secreto desafío a las frustradas fuerzas del mal, entiéndase a todas aquellas resoluciones que impiden la propia en su descuido, evoca el advenimiento de una nueva resolución: mañana me despertaré en la estancia, inicio de octavo párrafo. Mas el Dasein siempre está jugándose en el destino común, y tales fuerzas reaparecen vívidamente encarnadas en el inspector, quien le avisa de una distancia para su intención inicial: deberá bajarse un poco antes. Es aquel inspector quien lo guía hacia el comercio donde Dahlmann se adelantará a su posibilidad insuperable.

Dahlmann llega al almacén. Ve unos caballos amarrados al palenque. ¿Útiles de otros Dasein distintos a él? Al dueño confunde con un empleado del sanatorio, acudiendo a su historia, y resuelve esperar por transporte comiendo en el lugar. Él resuelve. Los otros ahora son unos muchachones que beben profusamente y un gaucho viejo acurrucado en el piso. Es un hombre antiguo, un histórico, se ve en sus útiles, propios de otras prácticas. ¿Encarnación del tiempo? No, mejor encarnación de una interpretación que viven los otros y acaso también Dahlmann. Ellos también resuelven su destino ahí.

Y entonces Dahlmann, mientras ausculta soñoliento el lugar tras comer, recibe una miga de pan en la cara. Decide su destino: comienza a leer las Mil y una noches. Pero su resolución no bastó, pues existe un destino común, entrelazado con las otras resoluciones. Otra miga cayó y los jóvenes se rieron. Esa risa se transmutó en una interpretación, no sólo de la situación, sino de sí mismo. Vuelve a resolverse: convaleciente no peleará. Pero nuevamente Dahlmann ignora los nudos del destino común: el patrón, asustado, lo conmina a la indiferencia, mas lo hace llamándolo por su nombre. ¿Cómo podía ser eso? ¿Cómo sabía ese hombre su nombre? ¡Ya no está en juego un tipo cualquiera sino él mismo y su historia! Su abuelo héroe. Su sangre germana. Su música. Es decir su futuro en esas mismas tierras. aparece a este punto lo que Heidegger llama un compartir y una lucha. Nueva resolución: encarar a los hombres. Al hacerlo, Dahlmann es recibido con malas palabras y finalmente apuntado por un cuchillo, útil a la mano de aqu
el Dasein desafiante que lo ha convertido en parte de sí mismo a través de su mundo. En este contexto, ambos están constituyéndose mutuamente. Este es el compartir. Pero sus resoluciones encontradas estresan el destino común. Esta es la lucha. Pero no es dos. Opina el patrón alegando la indefensión de Dahlmann y el viejo gaucho tira su cuchillo para que esté disponible a quien falta. Otros han decidido por Dahlmann, de una u otra manera, pero es el quien está ahí desde sus propias elecciones.

Entonces Dahlmann interpreta al viejo como una cifra del Sur y afirma al Sur como propio. Al hacerlo, toma para sí todas las prácticas que son recurrentes a aquellos que viven desde el Sur como su mundo, y por tanto todas las posibilidades abiertas para quienes sostengan esas interpretaciones, entre otras, pelear a cuchillos y, sin dudas, morir en una riña. Cuando Borges afirma que era como si el Sur resolviera que Dahlmann aceptara el duelo, no se trata del ente Sur, ni siquiera del Sur como mundo interpretativo que viven los otros, sino el Sur que es propia historia del Dasein que actúa en consecuencia, quien otro que el Sur que vive Dahlmann cuando lo vive.

Dahlmann recoge la daga. Al hacerlo no sólo acepta el duelo, pues hace suyo el útil que es propio acompañante constitutivo de los Dasein que los llevan en su mundo, sino que cae en cuenta que esta es su primera vez. Esto significa que es su primera repetición propia, luego seguro morirá, pero que propio de su historia, en tanto repetición de Francisco Flores, que también lo constituye según propia y querida definición, elegida definición, así como el hecho de morir en combate, única gloria espiritual del hombre germano que él también es, contra la ignominia de morir en el sanatorio.

Borges afirma que en Dahlmann, al momento de salir a la pelea, no acopiaba ni esperanza de sobrevivir ni temor a morir. Había tomado aquella resolución última: adelantarse a la posibilidad insuperable de la muerte. Asume entonces su muerte, no sólo la que él hubiera elegido en tanto modo, sino exactamente la que él ha, de hecho, elegido. Dahlmann empuña fuerte el cuchillo, se apropia del útil, que según Borges acaso no sabrá manejar, acaso pues se trata de una repetición al fin y al cabo, y sale a la llanura a enfrentar su ¿muerte? ahí, siempre arrojado.

Tercera parte:

A ojos del suscrito, la conexión entre la interpretación existencial heideggeriana y este relato tan lleno de las preocupaciones borgeanas, por ejemplo el hombre que es otro hombre y a la larga todos los hombres, resulta muy fuerte.

Y me atrevo entonces a una interpretación: la preocupación de ambos es la misma. Hay un descontento en ambos respecto de cómo esta interpretación mediana está viviendo su mundo. En Heidegger veo su cercanía al nazismo, que proponía a todas luces un cambio distanciándose de las democracias occidentales; su apego a la campiña, en momentos de fuerte migración hacia lo urbano; su alienación en lo alemán, cuando el mundo se abría tímidamente a un proceso que terminaría en la estandarizante globalización; su desafío a Descartes, icono transparente de todo quehacer humano occidental; su volver a preguntar, en medio del científico mundo de la producción de respuestas. Asimismo y en paralelo, en Borges veo su cercanía al fascismo; su preferencia por el arrabal; su búsqueda de lo propiamente argentino; su distancia con las letras hispanoamericanas generales, distantes estas de la erudición excluyente de sus escritos; ese mundo fantástico que trae más preguntas y ambigüedades que respuestas y certezas.

Ahí es que veo estas dos interpretaciones lejanas en sus dominios, filosofía y literatura ya separadas pero con una historia común previa y comúnmente constitutiva, mas cercanas en sus más propios fundamentos, llegando a mostrar lo mismo, uno en el parágrafo del escritor, su cuento. Otro en el cuento de cada filósofo: sus parágrafos.

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